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Ayer 30 de noviembre cometí sin duda el error más grande de
mi vida, más que esnifar petazetas, fue de que vi a la chica que os estuve
comentando (Sandra), y en vez de acercarme y saludar (y posiblemente hablar un
poco con ella), que era lo que realmente deseaba, pero era tal mi vergüenza que
lo único que paso por mi cabeza era escapar y no mirar atrás.
Aunque ahora me siento el hombre más gilipollas e inmundo en
la faz de la tierra.
¿Por qué demonios no saludaría ni hablaría con ella?, si era
lo que deseaba, es lo único que pienso las 24 horas de los 7 días de la semana.
El día que muera, donare mi cuerpo a la ciencia para que
investigue mi cerebro, seguro que hay un tumor oprimiendo el cerebro, o algo
por el estilo, porque no es normal lo mío.
Da igual la forma de hablar con
ella, aunque solo haya hablado con ella por escrito, me da mucha vergüenza y me
pongo nervioso. Siempre que le digo algo pienso que meto la pata, y puede ser
que lo haga.
Gracias tengo dos días
favoritos, el día 1 de noviembre, que fue cuando la “conocí”, y todo gracias
a mi amigo Sergio, que aunque me queje
mucho, no sabría que hacer sin él, ya que gracias a él estoy así de feliz por
Sandra.
Y el 30 de noviembre, aunque me
fuera corriendo y no me viera, a mí me gusto porque la pude ver en persona y
madre de dios, que preciosidad de chica.
Es casualidad que sea el
principio de noviembre y final del mismo.
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